Esta dinámica de substitución tiene como base dos ejes, el aprovechamiento que los medios hacen de los casos de corrupción política para propiciar una idea generalizada de descrédito de lo público, y el mismo proceso de debilitamiento político - que el informe reconoce : “La política tiende a perder contenido por la disminución de soberanía interior del Estado, atribuible al desequilibrio en la relación entre política y mercado; la presencia de un orden internacional que limita la capacidad de los Estados para actuar con razonable autonomía; la complejización de las sociedades que los sistemas de representación no pueden procesar”.
El 2004 y el 2005 han sido años de video escándalo; no se inauguró en nuestro país la corrupción, simplemente se le documentó con la fuerza de la imagen. La televisión no inventó los casos, ni siquiera los filmó directamente, sólo seleccionó y editó los materiales, y envió todos los mensajes posibles a una clase política donde muchos de sus miembros tienen faltas bien acreditadas e historias vulnerables. Como nadie, la tele aprovechó la corrupción oficial. Y como nadie ha aprovechado la falta de visión a largo plazo del actual gobierno, su debilidad para entender a la comunicación social como algo mucho más allá de la publicidad y la promoción constante de la imagen personal.
En estos años hemos visto una rápida evolución hacia lo peor de la televisión, tanto para la educación como para la cultura y la democracia. Las dos principales televisoras han conseguido las más grandes canonjías y dispensas legales que grupo particular alguno hayan obtenido del Estado en estos años.
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